100 tristes diputados y sus lacayos desalmados

Por VIANEY ESQUINCA, exelsior ~ 25 de Septiembre de 2016

El pasado 15 de septiembre se instaló la Asamblea Constituyente encargada de elaborar la primera Constitución de la Ciudad de México. Desde el primer minuto, quedó claro que “El Constituyente” sería una prometedora tragicomedia que narraría la historia de 100 tristes diputados y sus lacayos desalmados.
Todo empezó una soleada mañana de septiembre en la que el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, entregó su proyecto de Constitución a la Junta Instaladora.

A ese texto lo único que le faltó es proponer que todos los capitalinos sean felices y que se acabe la pobreza por decreto. De acuerdo con especialistas, alguien no le dijo al funcionario capitalino que una Constitución no es un concentrado de buenos deseos, sino una ley máxima y fundamental en la que se establecen los derechos generales y obligaciones de los ciudadanos, pero que de ahí se derivan normas específicas.

Lo único que le faltó colocar al no-perredista fueron las recetas del arroz y los frijoles de la abuelita. Para muestra un botón. En uno de los artículos se señala que deberán reconocerse los derechos dirigidos a la reducción de brechas de desigualdad de grupos que se consideran de atención prioritaria y menciona a los siguientes: “niñas, niños y adolescentes; personas jóvenes; personas mayores; personas con discapacidad; población lésbico, gay, bisexual, trans e intersexual; personas migrantes y sujetas a protección internacional; víctimas; poblaciones en situación de calle; personas privadas de su libertad; personas que residen en instituciones de asistencia social; personas afromexicanas, afrodescendientes y de origen indígena que no viven en pueblo, comunidad o barrio originario”.

Dicen los que saben que le faltó nombrar a los emos, los punks, los italodescendientes, los uruguayosmexicanos, las quimeras, los tepiteños, los de Santa Fe, los hípsters, y a cientos de grupos que dependiendo del cristal con que se mire requieren que sus derechos sean protegidos.

Sobre la Asamblea Constituyente, tal como se narró en la Inmaculada anterior, la primera sesión se centró en discutir quién era el más viejito y experimentado para presidir la Junta Instaladora. En las otras sesiones y después de horas y horas de intercambio de puntos de vista, apenas sí se ha logrado integrar a los miembros de la Comisión encargada de discutir la forma de discutir.

¿Qué es lo que argumentan? Que si había diputados que al no ser votados por los ciudadanos eran espurios, que algunos como el bombero atómico —único candidato independiente que se coló— no lo habían tomado en cuenta en las decisiones. Hasta al diputado Bruno Bichir le tocaron las de Caín y lo identificaron con la foto de su hermano Demian.

El problema es que lo que parece que se instaló en la casona de Xicoténcatl no es una Asamblea Constituyente sino una escuela Montessori donde se juega a ser diputado y que cada quien sea libre de proponer y deshacer. Una especie de toca, juega y aprende a elaborar una Constitución.

La nota además la pusieron los Constituyentes, pues cada vez que sesionan deciden estacionar sus camionetotas (¡Contra la burguesía hasta alcanzarla!) en la calle de Donceles, sitió donde no podrían hacerlo, salvo que la Secretaría de Seguridad Pública de la CDMX decidiera voltear hacia otro lado y no aplicar el reglamento. Cosa que sucede.

Para no perderse ni un solo capítulo de esta emocionante telenovela “El Constituyente”, siga todos los días la sección “Duro y a las Cabezas” de Titulares de la Mañana por Excélsior Televisión con Georgina Olson y la autora de esta columna.