¿Por qué los chilangos nos llamamos chilangos?

Por Maria del Pilar Montes De Oca Sicilia ~ Exelsior ~ 2 de Noviembre 2018

Hasta el Diccionario de la Real Academia Española incorporó en 1992 la definición de chilango como: “Natural de la Ciudad de México o del Distrito Federal. [adj.] Méx. Perteneciente o relativo a esta zona metropolitana”.

El DEM, el Diccionario del español usual en México, dice de ella: “Que es originario de la Ciudad de México, que pertenece a esta ciudad o se relaciona con ella; citadino”.

Mientras que Francisco J. Santamaría en su Diccionario de mejicanismos, publicado en 1959, aduce que chilango es una variación de shilango o xilango, que viene del maya xilaan —persona de pelo revuelto o encrespado— y que era el “apodo popular que en Veracruz se le da al habitante del interior, especialmente al pelado de Mejico” [sic].

Lo mismo opina Guido Gómez de Silva en su Diccionario breve de mexicanismos, dicho de “quien pertenecía a la baja estofa capitalina”. Y de Veracruz pasaría a otras partes de la República como forma despectiva para apelar a “ésos que tan mal caen, ésos que, por vivir en la capital, creen saberlo y tenerlo todo”.

Mi querido maestro Juan M. Lope Blanch, en su libro El léxico indígena en el español de México, publicado en 1969, acepta el origen maya de chilango y su carácter peyorativo, incluyéndolo en una lista de indigenismos que forman parte del vocabulario vivo de la Ciudad de México.

Por su parte, Gabriel Zaid en su texto Chilango como gentilicio1, cuenta que algunos otros estudiosos han encontrado en chilango un origen náhuatl derivado del término chillanco que significa “donde están los colorados”, conociéndose con este apodo a los habitantes de la Ciudad de México, “en alusión a su color de piel, enrojecida por el frío, que se aplicaba a los aztecas por los nahuas del Golfo de México”.

En otro caso, Joaquín García Icazbalceta2, lo ha tratado de ligar con el término guachinango en relación al pez de piel roja, y César Corzo Espinosa, artista chiapaneco, lo corrobora: “Con este apodo se conoce a los habitantes de la Ciudad de México, aludiendo al color de su piel más sonrosada que los del interior” e,

incluso estudiosos como Cecilio Robelo y Andrés Henestrosa han argumentado que incluso algunos otros motes para los habitantes de la Ciudad de México como guacho, huache o el yucateco wach derivan de este apodo de guachinango.

Además se cuenta por ahí, como parte de la etimología popular, el folk science y esas historias que se pasan de boca en boca, que un chilango “es aquel que nació en otro estado, pero vino a la Ciudad de México a buscarse una vida, no así los nacidos en la ciudad”; sin embargo, esto no pasa de ser una leyenda urbana —nunca mejor dicho— porque no existe ningún registro del habla, ni del siglo XIX ni del XX que lo constate.

Lo que sí podremos asegurar es que, durante mucho tiempo se usó despectivamente. Yo me acuerdo alguna vez que estaba en Acapulco, a principios de los años 80, y vi un letrero afuera de la discoteca Baby’O que decía: “ET Phone home, Chilangos go home!”.

Las frases “Cómo son neuróticos los chilangos!”, o “es la típica actitud chilanga”, cuando alguien se estaciona en segunda fila, por ejemplo, o, peor aún, frases como: “Haz patria: mata un chilango”, que la dicen desde los regiomontanos hasta los yucatecos, están aún presentes en el habla.

Pero no cabe duda que la palabra evolucionó y hoy los propios capitalinos la usamos como epíteto y nos la hemos apropiado para expresar nuestro orgullo y distinción de ser de por acá: “Soy chilango, ¡y a mucha honra!” o “si en este país todos fuéramos chilangos, otro gallo nos cantara”.

Depende desde dónde se le vea, pero es innegable que del vocablo maya o náhuatl original ya queda muy poco y que el chilango se ha convertido en el gentilicio más usado para nosotros los que felizmente nacimos y vivimos en la Ciudad de México.

Y es que eso es justo porque no teníamos antes un gentilicio propio: fuimos defeños, pero ya no somos, nos han querido llamar mexiqueños y somos mexicanos, ya que la Ciudad de México, esa gran Tenochtitlan que fuera alguna vez la región más transparente del aire, es la ciudad que le dio nombre a todo el país.

Fuente: Maria del Pilar Montes De Oca Sicilia ~ Exelsior ~ 2 de Noviembre 2018