Por Isabel Medina Ruiz, Exclusivo para El Magonista

En el Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo de 2020

Más que un esfuerzo sindicalista, el Movimiento de Trabajadores Agrícolas de 1960 y 1970 fue un movimiento social complejo que reunió a diversas personas en una lucha común para mejorar los salarios y las condiciones de trabajo de los trabajadores agrícolas de California.

          El período más activo de la lucha de los trabajadores agrícolas se extendió desde 1962 hasta finales de la década de 1970, cuando fue dirigido por César E. Chávez junto con Dolores Huerta, Helen Chávez, Gilbert Padilla, Larry Itliong, Jerry Cohen, Fred Ross, Chris Hartmire, Doug Adair, Jessica Govea Thorbourne, Juanita Brown y otros (Barvosa, 2011). La mayoría de los trabajadores agrícolas eran chicanos/as y filipinos, pero los blancos pobres, los afroamericanos y otros también participaron en la lucha.

          El Sindicato de Trabajadores Agrícolas (UFW, por sus siglas en inglés) ha sido el sindicato agrícola más exitoso en los Estados Unidos debido a que cambió las vidas de una generación entera de trabajadores agrícolas; modificó la relación tradicional entre productores y empleados y tocó la consciencia de millones de consumidores en toda la unión americana (Rose, 1988), a través de estrategias de no violencia (huelgas, boicots, protestas).

          Las mujeres han sido una importante fuerza en el desarrollo de la UFW que emergió en California y después se extendió a otras partes del país, incluyendo Washington, Arizona, Texas, Ohio, Michigan y Florida. Es difícil determinar el número exacto de mujeres que estuvieron activas en la UFW. Dirigentes sindicales estimaron que ellas representaron una tercera parte de la membresía total, la cual a principios de la década de 1980 estaba estimada en 30,000 trabajadores cubiertos por 162 contratos laborales. De estos había aproximadamente 10,000 mujeres miembros del sindicato (Rose, 1988). Además, estas estadísticas no toman en cuenta las incontables esposas, madres, abuelas, hermanas, tías e hijas cuyas vidas fueron cambiadas por su encuentro con el sindicato.

          La participación de las mujeres en la UFW se vio afectada por su condición de minoría en el sindicato dominado por hombres y por el hecho de que sus roles como esposas y madres atrajeron más atención que su presencia como recolectoras, organizadoras, boicoteras y administradoras.

Así que el género fue la característica definitoria en su trabajo y en el sindicato (Rose, 1988). La ideología de domesticidad moldeó el activismo de la clase trabajadora de las chicanas y mexicanas en la UFW.

          La clase y etnicidad fueron significativamente templando la experiencia de las mujeres de la UFW. Chicanas y mujeres de ascendencia mexicana nacidas en Estados Unidos, tenían más opciones que sus contrapartes nacidas en México, inmigrantes recientes y las más pobres (Rose, 1988). Pero independientemente de sus antecedentes socioeconómicos y étnicos, el género era la primera influencia de sus vidas.

           Y aunque César Chávez era la figura más visible de este movimiento, existe una amplia variedad y diversidad de la participación femenina en la UFW. Para entender a Chávez y el sindicato, también debemos entender a Huerta.  Las mujeres han sido una fuerza importante, aunque invisible en el desarrollo de la UFW. Los organizadores de UFW, muchos de los cuales crecieron como trabajadores agrícolas, reconocieron que la familia formó la unidad de producción en la agricultura y, en consecuencia, se centraron en la participación de cada miembro de la familia. Refiriéndose a las campesinas, César Chávez dijo: “No podemos ser libres si no podemos liberar a nuestras mujeres” (Ruiz, 2000: 26).

          Sin embargo, estudios previos de United Farm Workers (UFW) se han enfocado en el liderazgo masculino y han proporcionado una interpretación patriarcal de sus orígenes, borrando a mujeres como Dolores Huerta, Helen Chávez, Jessica Govea, Hope López y otras chicanas. Por lo que en este artículo se hará una revisión de la literatura existente con el propósito de resaltar las contribuciones de las mujeres en este proceso, analizando la interdependencia de la familia, el trabajo y el sindicalismo en la vida de las mujeres.

Helen Chávez

          Margaret E. Rose con su tesis de Doctorado titulada “Women in the United Farm Workers: A Study of Chicana and Mexicana Participation in Labor Union, 1950-1980” del año de 1988, realiza una contribución a la literatura sobre el trabajo de las mujeres y la historia chicana, examinando la sindicalización de las chicanas y las mexicanas en la era de la posguerra en California. En esta tesis también narra a detalle la vida de Helen Chávez y Dolores Huerta.  

          De igual forma en su artículo “Traditional and Nontraditional Patterns of Female Activism in the United Farm Workers of America, 1962 to 1980”, Rose (2002) analiza las históricas luchas para la sindicalización de los trabajadores agrícolas de California que comenzó a inicios de la década de 1960. Su discusión nos muestra como las chicanas mantuvieron patrones femeninos tradicionales en sus roles como esposas y madres.

          Helen Chávez, esposa de César Chávez, nació en Brawley, California el 21 de enero de 1928 (Rose, 1988). Era hija de inmigrantes mexicanos, de clase trabajadora. Su padre Vidal Fabela era un campesino que trabajaba en los campos y huertos en los valles de California. Su familia vivía en condiciones de extrema pobreza, por temporadas su mamá Eloísa, hermanos y ella se incorporaban en el trabajo agrícola.

          Helen se vio forzada a comenzar a trabajar a la edad de 7 años (Rose, 1990); asimismo, realizaba trabajo doméstico en el rancho en el que trabajaban sus padres. Años más tarde deja la escuela para convertirse en trabajadora agrícola de tiempo completo debido a la falta de dinero en su casa, una vez que fallece su padre. Su experiencia laboral personal en empleos temporales, mal pagados y en ocupaciones poco calificadas forjaron sus actitudes acerca de la explotación de los trabajadores y la falta de medio adecuados para mejorar sus condiciones (Rose, 1988).

          Helen se casa con César Chávez en el año de 1948, cuando tenía 19 años, juntos procrearon 8 hijos. Cuidar de sus hijos y de su casa era lo más importante para ella, debido a que fue criada en una cultura patriarcal con una división de género de la vida laboral y social (Rose, 1990). En los primeros años de su matrimonio tuvo que aportar ingresos trabajando en el campo de manera temporal.

          Más tarde, Helen Chávez se involucró a través de su esposo en la Organización de Servicios Comunitarios (CSO, por sus siglas en inglés). Sus actividades eran esencialmente auxiliares. Ella ayudó en la oficina, mimeografiando volantes o clasificando el correo; pero por lo general trabajaba en casa por las noches, después de que sus tareas domésticas estaban terminadas y los niños dormidos (Rose, 1990).  También estaba a cargo de escribir a mano los informes diarios de CSO que le dictaba su esposo.

          Como fiel esposa, acompañaba a César Chávez a todos lados, con todo e hijos, eventualmente llegaron a Los Ángeles en el año de 1960 cuando su marido asumió la Dirección Nacional de la Organización de Servicios Comunitarios (Rose, 1990). Helen apoyó sus planes no solo por lealtad a su esposo, sino también por convicciones derivadas de su propia experiencia de clase trabajadora (Rose, 1988).

          El entusiasmo de Helen Chávez y de otras mujeres detrás de escena hicieron de la Organización de Servicios Comunitarios, una de las asociaciones más exitosas para los mexicoamericanos en California durante ese tiempo. La CSO era una organización que daba una nueva dirección a los problemas sociales de las familias mexicoamericanas de clase trabajadora. Su principal objetivo era generar conciencia cívica y contó con pocos trabajadores remunerados y muchos voluntarios (trabajadores, amas de casa, figuras comunitarias locales) (Rose, 1990).

          En 1962, a la edad de 34 años, Helen se reincorporó a la fuerza laboral agrícola, debido a que César Chávez se convirtió en un organizador voluntario sin pago, así Helen se convierte en el principal sostén de su casa. Sin embargo, ella no tenía estudios universitarios ni poseía habilidades calificadas por lo que sus ingresos, al igual que otras mujeres de clase trabajadora, eran muy bajos (Rose, 1990) Mientras tanto César Chávez y Dolores Huerta empiezan a organizar the National Farm Workers Association (UFW), con el apoyo también de Helen.

          Helen utilizó su constancia y tenacidad para ayudar a cambiar la vida de miles de trabajadores agrícolas y otros millones de personas que fueron inspirados por “La Causa”. Además, dio clases de alfabetización para trabajadores migrantes durante las campañas de votación y luego los ayudó a obtener la ciudadanía estadounidense. Ella fue un soporte importante y trascendental para el movimiento campesino.

          La dedicación de Helen por más de veinte años, a uno de los primeros proyectos de la UFW, la Caja Popular Campesina, la cooperativa de crédito, es su contribución más duradera, pero menos conocida al Sindicato. A través de sus puestos como secretaria, contables y finalmente como tesorera, ella mantuvo un importante servicio para los miembros del sindicato (Rose, 1988). La meta de la cooperativa era proporcionar pequeños préstamos a sus miembros a bajas tasas de interés.

          Helen Chávez es un ejemplo de una mujer que respetaba los roles tradicionales de género de las comunidades chicana y anglo. Su vida demostró el impacto del género y la etnia en sus elecciones y, al mismo tiempo mostró como sus opciones cambiaron en diferentes etapas del ciclo de vida y en diferentes contextos históricos. Estas adaptaciones explicaron su capacidad para combinar las responsabilidades familiares tradicionales con la militancia sindical de la clase trabajadora, una realidad que contradecía el ideal de una esposa y madre centrada en el hogar (Rose, 1988).

Dolores Huerta

La mujer más célebre en la UFW, Dolores Huerta, co-fundadora y primera vicepresidenta del sindicato, nos proporciona un ejemplo de una mujer que se rebeló en contra del status quo. Christine Beagle de la Universidad de Nuevo México presentó en el año 2015 la tesis de Doctorado “Siete Lenguas: The Rhetorical History of Dolores Huerta and the Rise of Chicana Rethoric”. Esta tesis resultó muy interesante ya que presenta a Dolores Huerta como el centro de su propia narrativa y vida pública, separándola de un papel auxiliar y secundario en la gran narrativa de la historia chicana. Christine entrevista de manera personal a Dolores Huerta y ésta le cuenta detalles importantes de su vida, así como de su participación en el movimiento campesino.

          Por otra parte, el reciente estudio de Stacey K. Sowards (2019), “Sí, ¡Ella Puede! The Rethorical Legacy of Dolores Huerta and the United Farm Workers” presenta la vida y el legado de Huerta, explorando su papel integral como líder y organizadora en la lucha por los derechos de los trabajadores agrícolas desde la década de 1950 hasta el presente. Analiza minuciosamente los discursos, cartas y entrevistas de Huerta. Ella muestra como Huerta navega por las complejas intersecciones de raza, etnia, género, idioma y clase a través de los innumerables desafíos que enfrentan las mujeres activistas de color.

          Dolores Huerta nació el 10 de abril de 1930, en Dawson, Nuevo México (Sowards, 2019). A la edad de cinco años sus padres se divorciaron, así que su madre, Alicia Chávez, la crio junto con sus dos hermanos y dos hermanas, en el seno de una comunidad de agricultores en el Valle de San Joaquín en Stockton, California.

          Dolores mantuvo una relación con su padre, Juan Fernández, quién más tarde se convirtió en un activista sindical y un asambleísta de Nuevo México. El propio activismo político y laboral de Juan resultó inspirador para Dolores (Rose, 2004). Sin embargo, las verdaderas influencias en la infancia de Huerta fueron su madre y su abuelo materno Herculano Chávez, que dieron forma significativamente a su cosmovisión y, posteriormente, su activismo social. Su madre trabajó duro para proporcionar lecciones de música y actividades extracurriculares a sus hijos.

Años después se convirtió en propietaria de un restaurante y un hotel de setenta habitaciones en el que solía brindar hospedaje a familias campesinas sin cobrarles (Murcia, 2003).

          Dolores fue una buena estudiante, tomó clases de idiomas, de violín, piano y baile (Rose, 2004).  A pesar de estos logros, Dolores experimentó el racismo que muchos mexicoamericanos padecían, especialmente aquellos que eran campesinos. Creció rodeada de mexicanos de clase trabajadora, mexicoamericanos, filipinos y otros grupos de trabajadores agrícolas (Sowards, 2019). El sentido de justicia social de su madre se infundió en su vida.

          Después de graduarse de la preparatoria en 1947, Dolores se casó, tuvo dos hijos y después se divorció. Después de una serie de trabajos insatisfactorios, regresó a la escuela y finalmente obtuvo el título de docente en Stockton College. Trabajó brevemente como maestra de escuela primaria; pero renunció porque estaba muy angustiada por las malas condiciones de la vida de sus alumnos, muchos de ellos hijos de trabajadores agrícolas.

          A mediados de la década de 1950 Dolores Huerta conoció a Fred Ross, la cabeza de la Organización de Servicios Comunitarios (CSO) en California. Ross vio en ella el potencial para convertirla en una organizadora en la comunidad mexicoamericana en donde CSO estaba enfocando sus esfuerzos. Huerta se unió a la organización de autoayuda comunitaria y de derechos civiles y de inmediato se convirtió en una líder clave en las campañas de registro de votantes y en otras demandas de la comunidad tales como educación, servicio médico y abuso policiaco (García, 2008).          

          Durante este tiempo fundó la Asociación de Trabajadores Agrícolas, organizó y presionó a los gobiernos locales para que mejoraran los barrios. En 1955, Fred Ross le presentó a César Chávez (Beagle, 2015). Los dos pronto descubrieron que compartían una visión común de organizar a los trabajadores agrícolas. Ambos harían historia más tarde juntos, complementándose el uno con el otro.

          Cabe destacar que, Dolores Huerta llegó a desempeñar un papel formativo fundamental y altamente visible en el movimiento de trabajadores agrícolas: organizadora, cabildera, negociadora, portavoz y asesora de Chávez. Ella poseía las habilidades de la educación y la oratoria que resultaron cruciales para la UFW.  El hogar de su infancia fue bilingüe y siempre estuvo expuesta a diversos idiomas y usos del discurso que más tarde le permitiría a Huerta desarrollar habilidades de habla prolíficas con diferentes propósitos, todos ellos con fines persuasivos (Beagle, 2015). La ascensión de Huerta como activista del derecho laboral, figura de los derechos civiles y defensora de los derechos de la mujer, todos fue gracias a su aguda conciencia del poder del discurso para mover y concientizar a las personas en la lucha laboral.

          Mientras Chávez representaba la cara pública y espiritual de la lucha de los trabajadores agrícolas, Huerta representaba las tuercas y pernos del movimiento (García, 2008).  Ella fue especialmente crítica para involucrar a más mujeres en la huelga y, a través de su influencia, mantuvo la lucha enfocada en el principio clave de no violencia de Chávez (García, 2008).

          Su trabajo en la década de 1950 con la Organización de Servicios Comunitarios (CSO), la llevó a obtener más tarde la posición como vicepresidenta en el Sindicato de Trabajadores Agrícolas Unidos (UFW) en el periodo 1970-1973 (Beagle, 2015). Huerta abogaba ante el Congreso y los campos de la legislación progresista para obtener beneficios para los trabajadores, en su mayoría migrantes mexicanos y mexicoamericanos, responsables de cosechar los alimentos de Estados Unidos. Su estrecha amistad y relación de trabajo con César Chávez, presidente de la UFW y una voz en ascenso en el Movimiento por los Derechos Civiles Chicanos, complementó su dinamismo retórico de esta era.

          Dolores Huerta fue mediadora en los primeros conflictos con los productores. Escribió y negoció los primeros contratos laborales del Sindicato (Barvosa, 2011). En 1966, Huerta negocia el primer contrato colectivo con patrones agrícolas, en donde se establecieron planes de salud y prestaciones para los jornaleros agrícolas. Conciliaba de manera extraordinaria su vida familiar y personal con su activismo. En varias ocasiones, se tomó un tiempo durante las negociaciones para amantar a su bebé. Su presencia como mujer y como chicana en estos dominios retóricos dominados por los hombres fue importante para el movimiento porque demostró que las mujeres mexicoamericanas podrían ser oradoras y líderes efectivas, sin dejar al margen su faceta como madre y esposa.

          Además, era bien conocida por su resistencia, a menudo trabajando dieciocho horas al día, ganando entre cinco y treinta y cinco dólares a la semana, viviendo en refugios y recibiendo ropa y alimentos donados (Rose, 2004). También crio y mantuvo a once hijos, se divorció dos veces. Mientras viajaba por California y la costa este apoyando boicots, campañas de afiliación y esfuerzos de cabildeo, muchos de los hijos de Huerta vivían con familias del sindicato o con la familia de Chávez. Hacía malabares con su carrera como activista por la justicia social, organizadora comunitaria y líder sindical; además de desempeñar su papel de madre y a veces, como madre soltera (Sowards, 2019).

          La percepción de domesticidad de Huerta contrastaba con la de Helen Chávez, para ella el sindicato era su vida y un gran compromiso, así que esperaba que su familia lo entendiera. Como otras prominentes líderes laborales, Huerta invirtió las prioridades femeninas tradicionales, poniendo su autonomía personal y activismo en el sindicato antes que su vida familiar (Rose, 2002). Dolores no representaba los estereotipos populares de las mujeres mexicanas como dóciles, pasivas y sumisas, en lugar de eso, demostró en todo momento un gran liderazgo.

          Motivó a las mujeres a que participaran en los movimientos de emancipación e hizo eco de los problemas que devienen del sexismo, del trabajo no remunerado dentro de los hogares y la diferencia salarial entre hombres y mujeres. El feminismo tenía que llegar a la lucha campesina. Las mujeres en el campo sufrían mucho. Además, muchos de sus compañeros no aceptaban que ella estuviese a la cabeza de la organización (Barragán, 2018).

          Debido a la mecanización en los campos, se permitió cada vez más a los agricultores reducir el número de trabajadores masculinos y emplear a mujeres con salarios más bajos; así las mujeres se convirtieron en la mayor fuerza laboral en la cosecha de tomate, por ejemplo, trabajando en la parte inferior de la escala salarial. (Rawls y Walton, 1998). Lo que no fue bien visto por Huerta, quién estuvo en contra de la feminización de la pobreza entre los trabajadores agrícolas de California.

          Huerta también dio clases de ciudadanía (Mintz, 2000). Asimismo, contribuyó en la adopción de la Ley de Relaciones Laborales Agrícolas de California de 1975, que otorgó derechos de negociación colectiva a los trabajadores agrícolas (Housedemocrats).

          Sin embargo, en algunos estudios de literatura chicana, Dolores Huerta se ve constantemente solo como la ayudante, la subordinada, la mujer detrás del hombre. Jean Murphy comienza el bio bosquejo de Huerta de la siguiente forma: “Si César Chávez es el héroe del movimiento de los trabajadores agrícolas, Dolores Huerta es su heroína no anunciada” (Murphy, 2008). Debido a que, sin duda, Dolores Huerta ocupó un lugar importante en la arena política como una incansable defensora de los derechos laborales.

          Después de la muerte de César Chávez en el año de 1993, Dolores abandonó el Sindicato. La cúpula se opuso a que fuera la presidenta (Barragán, 2018). Después emprendería un nuevo esfuerzo, el de defender los derechos de las mujeres, en los años ochenta y noventa (Beagle, 2015). Estas décadas marcarían el crecimiento de Huerta como retórica en foros que van más allá de los derechos laborales y solidifica su voz como poderosa y eficaz en el ámbito de los derechos civiles y de género en los Estados Unidos. A principios del siglo XXI Dolores Huerta inició la Fundación Dolores Huerta para la organización comunitaria (Sowards, 2019). A la fecha continua en la lucha por la defensa de los derechos de las mujeres.

Jessica Govea

En el capítulo 5 de la tesis de Doctorado de Margaret Rose (1988), anteriormente mencionada, se presenta la historia de Jessica Govea y sus contribuciones en el Sindicato de Trabajadores Agrícolas (UFW). También cabe mencionar la contribución de Vicky Ruiz y Virginia Sánchez acerca de la biografía de Jessica Govea en el libro “Latinas in the United States, set: A Historical Encyclopedia”.

          Govea nació en el año de 1947 en Porterville, California. Su padre recibió entrenamiento en el Conservatorio Nacional de Música en la Ciudad de México antes de inmigrar como bracero a los Estados Unidos durante la escasez de mano de obra de la Segunda Guerra Mundial (Ruiz y Sánchez, 2006). Su madre Margarita también era nativa de Porterville, dejó la escuela a la edad de 7 años y trabajó con sus padres en los campos de algodón, viñedos y arboledas de cítricos en el Valle de San Joaquín. Años más tarde, Margarita combinaba su trabajo temporal en la cosecha mientras criaba a sus propios hijos, además, en cuánto se presentó la oportunidad regresó a la escuela para obtener un título de enfermería (Ruiz y Sánchez, 2006).

          Jessica también se vio en la necesidad de trabajar en el campo con sus padres a la edad de cuatro años, recogiendo algodón, uvas o ciruelas pasas hasta los quince años (Shaw, 2008). Su padre fue un activista toda su vida, así que, siguiendo su ejemplo, Jessica a la edad de doce años ya estaba organizando a los niños trabajadores agrícolas en torno a campañas de peticiones y manifestaciones.

          Sus padres se convirtieron en cofundadores de un capítulo local de la Organización de Servicios Comunitarios (Ruiz y Sánchez, 2006).  Asimismo, la familia entera conocía a César Chávez y Dolores Huerta.  Las experiencias personales de Govea le proporcionaron una natural inclinación hacia el movimiento de trabajadores agrícolas (Rose, 1988).

          En 1965, cuando Jessica era una estudiante universitaria se incorporó en su tiempo libre en la organización de la huelga de uva en Delano. Un año después dejó la Universidad para incorporarse a UFW de tiempo completo, en donde realiza durante dos años tareas administrativas. En julio de 1968, Govea acepta una oportunidad para viajar a Toronto para liderear un boicot canadiense (Shaw, 2008), esto debido a que Canadá se encontraba entre los 5 principales mercados para las uvas de mesa de California.

          Para enero de 1969, a la edad de 22 años, Jessica Govea estaba a cargo del boicot en Montreal y la provincia entera de Quebec. Montreal era la cuarta ciudad consumidora de uva más grande de América del Norte. Govea había impresionado al liderazgo de la UFW de California, de tal forma que se le dio la autoridad completa sobre toda la estrategia de organización del boicot para esta importante región.

          De igual forma, trabajó para crear conciencia sobre la exposición de los trabajadores de campo latinos a pesticidas peligrosos. De tal suerte que, presionó a la UFW para obtener la investigación médica que muestra los peligros de los pesticidas y para utilizar esa investigación en disposiciones contractuales para limitar la exposición de los trabajadores agrícolas (Kazan, 2013).  Govea se desempeñó más tarde como directora nacional de la organización UFW. En 1977 fue elegida miembro de la junta ejecutiva de la UFW (Rose, 1988). Ella logró tener una buena relación con los trabajadores agrícolas machistas más rudos y duros.

          Jessica fue una líder destacada, a pesar de los obstáculos ideológicos y culturales. Govea, una chicana de segunda generación con antecedentes familiares de clase media, desafió exitosamente la prevalente noción del papel de la mujer y surgió una figura activa y visible de boicot. De igual forma, contribuyó con la formación de conciencia de clase trabajadora en la UFW (Rose, 1988). Dedicó las dos últimas décadas de su vida como educadora laboral, enseñando a organizarse a los trabajadores en las Universidades de Rutgers y Cornell. Falleció a causa del cáncer en el año 2005.

Conclusiones

A lo largo del movimiento de trabajadores agrícolas, las mujeres asumieron todo tipo de roles de liderazgo y un gran activismo, desafiando el sexismo y machismo que existía en esa época. Madres, esposas, hijas, jefas de familia, trabajadoras, muchas mujeres formaron parte de la lucha laboral, inspiradas y motivadas por sus propias experiencias personales y familiares de clase trabajadora.

Las mujeres organizaron y concientizaron a los trabajadores con el fin de luchar por mejores salarios y condiciones de trabajo dignas. Tal como lo mencionaron Dolores Huerta y César Chávez: “No podían tener unión sin las mujeres”. Sus esfuerzos fueron increíbles y su participación ayudó a mantener estrategias de no violencia en el movimiento.

Asimismo, ocuparon puestos clave y de dirección en el sindicato: Dolores Huerta, co fundadora, vice presidenta, jefa, negociadora; Helen Chávez, gerente de la cooperativa de ahorro y crédito; Jessica Govea, directora de personal de boicot. Al trabajar en conjunto con los hombres para liberar a los trabajadores agrícolas de la pobreza y la impotencia, estas mujeres se liberaron de estereotipos y exigencias de la sociedad y fomentaron entre otras mujeres el poder de toma de decisiones, las hicieron participes y agentes de cambio en el movimiento de trabajadores agrícolas.

Fuentes de consulta

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BEAGLE, Christine (2015). Siete Lenguas: The Rethorical History of Dolores Huerta and the Rise of Chicana Rhetoric, Tesis de Doctorado, Alburqueque, Universidad de Nuevo México.

GARCÍA, Mario T (2008). A Dolores Huerta Reader, Alburqueque: University of New Mexico Press.

KAZAN, Dick (2013). Jessica Govea. Disponible en  http://kazantoday.com/WeeklyArticles/jessica-govea-thorbourne.html.  Consultado el 12 de septiembre de 2019.

MINTZ, Steven (2000). Mexican American Voices, Brandywine Press, St. James, New York.

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MURPHY, Jean (2008). Unsung Heroine of “La Causa”. A Dolores Huerta Reader, Ed. Mario T. García, Alburqueque, New Mexico UP,

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ROSE, Margaret (1990). Traditional and Nontraditional Patterns of Female Activism in the United Farm Workers of America, 1962 to 1980, Frontiers: A Journal of Women Studies, Vol. 11, No. 1, Las Chicanas (1990).

ROSE, Margaret Eleanor (1988). Women in the United Farm Workers: A study of Chicana and Mexicana participation in a labor union, 1950-1980. Tesis de Doctorado, University of California, Los Angeles.

RUIZ, Vicky L. y Virginia Sánchez (eds) (2006). Latinas in the United States, set: A Historical Encyclopedia, Indiana University Press.

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