LA TRANSICIÓN DE PODER EN CUBA Y MÉXICO: UNA APRECIACIÓN HISTÓRICA Y COMPARATIVA

Por Profesor Gonzalo Santos ~ Universidad Estatal de California en Bakersfield, ~ Abril 19 del 2018

Miguel Díaz-Canel, de 57 años, fue electo hoy jueves por la Asamblea Nacional del Poder Popular, el parlamento cubano, como el próximo presidente de Cuba. Termina un ciclo histórico de seis décadas y empieza otro sobre las bases firmes de lo que se logró en el anterior. No hay ningún conflicto o tensión política o social a la vista, ni en el horizonte, sino más bien una firme paz social, fincada en la conciencia y experiencia política de su heroico pueblo, y en el caso concreto de la sucesión presidencial, en el haber planeado sabiamente por parte de la generación dirigente saliente la transición política a una nueva generación.

Detrás de tal proceso consensual está la gradual pero visible recuperación económica de la isla en la última década y media, después de un serio retroceso al fin de la Guerra Fría. Cuba goza hoy de una visible recuperación - inclusive prosperidad - gracias al crecimiento planificado de un robusto y diversificado sector privado, aliado a capitales internacionales (menos los estadounidenses) pero estrictamente regulado por el estado cubano para que beneficie a la isla.

Cuba goza también del respaldo diplomático universal (excepto el de Washington desde que entró Trump), incluyendo los últimos tres Papas, toda América Latina y Canadá, la Unión Europea y los países del BRICS. Los anuales votos en las Naciones Unidas exigiendo el fin del bloqueo estadounidense demostraron el total aislamiento diplomático de los EE.UU., y cuando Obama re-estableció relaciones diplomáticas con Cuba al final de su mandato, y aflojó el fallido, pero aún vigente bloqueo económico, el mundo entero - menos los revanchistas de Miami - lo celebró.

La verdad innegable es que no solo “el mundo se abrió a Cuba y Cuba se abrió al mundo”, como declaró el Papa Juan Pablo II en su primer viaje a la isla en 1998, sino que Cuba se ha abierto, en este último periodo bajo Raúl Castro, a la renovación política de la isla - paso a paso y con la participación activa del pueblo cubano.

Comparado a otros procesos de transición política en el mundo que han desembocado en guerras civiles, o en economías descarriladas con altos grados de desigualdad y polarización social - como abundan en el Mundo Árabe y América Latina -, Cuba brilla por su ejercicio exitoso y auténtico de autodeterminación política sin haber generado conflicto social alguno ni descarrilamiento económico. Es en este contexto mundial de excepcionalidad, que se vuelve imperioso explicar esta feliz anomalía, por encima de la vulgar e implacable verborrea hostil que vemos a diario en los canales de televisión en Español en EE.UU., Telemundo y Univisión (CNN en Español es mejor porque tienen una audiencia primordialmente latinoamericana).

Un buen empiezo son estos artículos del NYT y WP, bastante informativos pero necesariamente parciales e incompletos:

NYT, 4/18/18: Raúl Castro Prepares to Resign as Cuba’s President, Closing a Dynasty

WP, 4/19/18: Castro rule in Cuba ends as Miguel Diaz-Canel confirmed in leadership change

El sistema político cubano es algo similar, respetando las diferencias, al chino - o inclusive al mexicano cuando imperaba el sistema de "partido único" (PRI). Como en esos dos casos, la sucesión presidencial cubana ha sido completamente planeada desde la cúpula de manera ordenada y pacífica, pero a diferencia del “Priato,” el proceso de renovación política desde las bases sociales ha sido genuinamente democrático desde hace muchos años, como lo pude atestiguar yo mismo en mi visita a Cuba en julio del '17, cuando estaban llevándose a cabo las elecciones a todos los niveles: municipales, provinciales, y a nivel nacional las elecciones a la nueva Asamblea Nacional del Poder Popular - el parlamento que escogió hoy al presidente Díaz-Canel.

En cada uno de esos niveles hubo un alto grado de participación cívica del pueblo cubano, muy superior al que tenemos acá en Estados Unidos y en México; participación lograda no por coerción o soborno o propaganda vulgar, sino por un alto grado de conciencia cívica arraigada desde hace décadas entre los cubanos de la isla desde niños (que son los que resguardan y cuentan los votos).

En ninguno de esos procesos electorales del año pasado hubo el más mínimo fraude o irregularidad, sino solamente contiendas honestas y abiertas, basadas en el historial y propuestas de los candidatos. El pueblo cubano ejerció en todos esos niveles la verdadera democracia. Por eso el proceso político cubano está legitimado ante los ojos de la gente, a pesar de que no existe ni la libertad de prensa, ni la pluralidad de partidos, ni tampoco elecciones directas del presidente.

Repito, todos los procesos electorales previos a la sucesión presidencia de hoy fueron ordenados y auténticamente democráticos: hubo candidatos y debates en todas las contiendas; el voto fue libre, secreto, y universal; y el resultado fue que un alto grado de los candidatos que resultaron electos fueron mujeres, negros, y jóvenes. Por primera vez el Primer Vicepresidente electo es afrocubano; y entre los otros cinco vicepresidentes tres son mujeres. La “generación histórica” de veteranos de la revolución se ha retirado, y la edad promedio de los nuevos líderes gubernamentales ha bajado impresionantemente. Como ministro de educación, Díaz-Canel permitió blogs independientes y abiertamente críticos del gobierno en algunas universidades. Él mismo usa el internet habitualmente. Ha habido, por lo tanto, una verdadera e innegable renovación política democrática en Cuba con la plena participación de su pueblo.

Lo mejor del sistema cubano, a mí modo de ver, es que en toda esta renovación de liderazgo no hubo influencia alguna del dinero (especialmente dinero y “asesoría” proveniente - abierta o encubiertamente - del gobierno de EE.UU. ni de los donantes ricos cubano-estadounidenses de Miami); ni se permitieron por ningún motivo esas vacuas y costosas campañas publicitarias como se acostumbra en EE.UU. y en México, donde se derrochan billones de dólares en promover slogans pueriles, debates inocuos, e imágenes manufacturadas y falsas financiadas por fondos oscuros de billonarios (dark money) - y en México, por el corrupto sistema de partidocracia, que derrocha vastos recursos públicos para beneficio de los parasitarios ”partidos con registro".

La principal y seria deficiencia del sistema político de alternancia en Cuba, por supuesto, había estado centrado en la ausente sucesión presidencial y pospuesta renovación de la cúpula política (problema que surgió en todo país que adoptó el modelo soviético), y en la total ausencia aún de libertad de prensa y partidos políticos opositores. Para muchos, eso es suficiente para denunciar el sistema cubano como una “dictadura”, cosa que el periodista Jorge Ramos repite a diario. Pero comparemos desde la más amplia perspectiva histórica los resultados de la dizque transición democrática en México, hoy completamente trunca, subvertida, y avasallada a los Estados Unidos, con la incompleta pero sólidamente avante y soberana de la Cuba de hoy:

En México, ese delicado asunto de la sucesión presidencial (que causó endémicas guerras civiles en el siglo 19 y detonó la Revolución Mexicana), se "resolvió" en el periodo post-revolucionario con el modelo corporativo de "partido único" basado NO en combinar la democracia municipal o estatal con el centralismo federal, sino en un extenso sistema piramidal de presidencialismo absoluto, pero sexenal. TODO nivel estaba sujeto al “dedazo” desde toda instancia superior de la “Nomenclatura” priista, sujeta finalmente a la voluntad del presidente en turno, el árbitro final de toda rivalidad entre “pre-candidatos” priistas, que se tenían que disciplinar a la decisión superior. “El que se mueve, no sale en la foto” fue el lema que mejor describió el poder de la aplastante maquinaria priista de disciplinar a la clase política e imponer una jerarquía vertical absoluta.

Esa "solución”, que no permitió democracia alguna a ningún nivel, permitió sin embargo gobernabilidad y renovación política ordenada, y económicamente que los sucesivos presidentes, gobernadores, etc., y sus enriquecidas camarillas, tuvieran poder por seis años, pero se tuvieran que salir y convertirse en nuevos empresarios en el sector privado. El estado mexicano generó así su propia burguesía, corrupta pero productiva. “Robaban, pero dejaban obra”. Eran los tiempos de la prosperidad mundial bajo la hegemonía estadounidense y el modelo desarrollista nacionalista en lo que se llamó el Tercer Mundo.

Iban de la mano. El poder hegemónico – Estados Unidos – impuso un orden mundial bipolar (la Guerra Fría), y a los nacionalistas revolucionarios que estaban “de su lado”, como en el México postrevolucionario, les tuvo que conceder una cierta autonomía, limitada pero auténtica, mientras no se pasaran “al otro lado,” sujeto a implacable intervencionismo militar o clandestino. Cuba, que estuvo “al otro lado” en todo su periodo postrevolucionario, enfrentó por medio siglo – y finalmente derrotó – el poderío e intervencionismo yanqui a pocas millas de sus playas, y para resguardar su soberanía tuvo que centralizar su economía y política.

En México, después que arrancó el sistema de partido único (1929) y el modelo desarrollista nacionalista (desde Cárdenas), por 40 años hubo prosperidad con paz social; el sector privado creció con esas fuertes inyecciones sexenales de ex-políticos acaudalados, y el presidente en turno podía gobernar de acuerdo a las circunstancias de cada época y poner a quien quisiera como sucesor. Todo mundo de acuerdo (y los ocasionales que no eran reprimidos). La farsa de las "elecciones" en todo ese periodo sirvió para refrendar el pacto social entre los nuevos gobernantes y las siempre “masas de apoyo” de simuladores.

Duró mientras hubo prosperidad. Para principios de los 70s era obvio que el sistema no duraría - la rebelión estudiantil del ’68 fue el heraldo de su falta de legitimidad. La deuda exterior se disparó y la economía entró en un espiral de inflación y devaluaciones con endeudamiento. El mundo entero – los “tres mundos” entraron en una fase de contracción económica. Hemos ido de bajada en México desde entonces.

¡Ah, pero en las cúpulas políticas han sido tiempos esplendidos! Las élites políticas mexicanas quisieron cuadrar el círculo cuando, por un lado, abandonaron el modelo de desarrollo nacionalista, cancelaron el contrato social postrevolucionario, rindieron la soberanía económica al vecino del norte, y adoptaron el neoliberalismo depredador al servicio del gran capital global; y por el otro, permitieron una apertura democrática basada en permitir, regular, y subsidiar el pluralismo de partidos, lo que llevó primero a la diversificación y alternancia en el Congreso en los años 80s y 90s (pero reteniendo la presidencia vía aparatosos fraudes), y luego a la alternancia presidencial entre partidos neoliberales del 2000 en adelante (aun previniendo el triunfo de la izquierda vía fraude en el 2006 y 2012) - pero no la alternancia del modelo económico.

La partidocracia “PRIAN-PRD-Partidillos de Membrete” se consolidó como sistema de acumulación burocrático para beneficio exclusivo de la ya incrustada, corrupta, é inepta casta política parasitaria, y para acabarla de amolar, cada vez más penetrada y guiada por agencias estadounidenses. Pero este “baile de los millones” ha sido a expensas del abandono del país a las depredaciones de la globalización, versiones 1.0 (TLCAN) y 2.0 (neomercantilismo trompista).

En lo que los partidos e instituciones electorales cada vez más corruptas y cooptadas por las supuestas ONGs estadounidenses “prosperaron”, las corporaciones transnacionales también hicieron su agosto, la desigualdad y pobreza en el país aumentó, el sector social del campo quedó en bancarrota, escasearon los trabajos y los salarios permanecieron de miseria en todos los sectores productivos, incluyendo los de exportación; la economía criminal y la emigración crecieron ante las faltas de oportunidades y una ola de violencia criminal se desató más allá de la anterior capacidad del estado coludido de regularla.

La apertura política solo sirvió para repartir prebendas, vaciar de todo contenido social la política, y permitir al capital global y sus aliados saquear más al país, pero sin que los nuevos ricos re-inviertan lo robado en actividades productivas, como antes, sino más bien lo sacan del país.

México sufre hoy el peor periodo de violencia criminal, ilegitimidad política, estancamiento económico, pobreza, pérdida de soberanía, y crispación social desde antes de la Revolución Mexicana. Se piensa que solo el ascenso al poder de AMLO podrá revertir este proceso de acelerado desplome de la paz social, estancamiento económico, creciente desigualdad y creciente violencia de estado y de grupos criminales, y ojalá así sea, pero lo dudo. El subcomandante Galeano acaba de profetizar que en el contexto internacional actual tan adverso no van a dejar a AMLO ganar ni el imperio ni las mafias, y aun si gana dándole todo tipo de “garantías” a ambos, “no va a haber respiro”. La lucha social en México ha llegado al nivel de ser hoy por hoy una lucha no por reformas ni por revolución, dice Galeano, sino por la supervivencia. Estamos pues en la antesala de una secuela de catástrofes nacionales.

Hay muchos otros ejemplos similares - o mucho peores - en el mundo actual. También hay otros mejores. Cuba está entre los mejores. Pero no fue nada fácil. Veamos: Cuba optó después de su revolución, y ante las incesantes agresiones, invasiones, y bloqueos yanquis, por adoptar el modelo soviético, modelo que adaptó a la isla con características más humanitarias, pero aun con muchas rigideces económicas y políticas. El centralismo político y económico fue absoluto y general hasta el desplome de la Unión Soviética, pero hubo grandes logros humanistas (educación, salud, cultura, deportes, ciencia, etc.) y geopolíticos (defensa de su soberanía, liderazgo en el Movimiento No-alineado, el Grupo de los 77, y las solidarias aportaciones cubanas a la descolonización definitiva de África).

La transición tanto económica como política de su modelo soviético-cubano empezó en serio durante el llamado “Periodo Especial”, para enfrentar y sobreponerse al colapso económico y creciente descontento social que conllevó perder al socio comercial y aliado geopolítico principal de Cuba. De repente los cubanos quedaron en la calle, sin recursos siquiera para alimentar a la población, enfrentando una verdadera crisis económica impuesta desde el exterior – la implacable hostilidad del vecino superpoder, la desaparición de distante superpoder aliado. Ante tal crisis, surge una ola de balseros. Para resolverla, empezó Fidel y la cúpula cubana el proceso de apertura al mundo ya mencionado, y al interior a la democratización sustancial de las instancias gubernamentales municipales y provinciales. También se embarcó Cuba en el difícil proceso de diversificar su economía más allá del azúcar, el tabaco, y el ron, hacia el sector turístico, biomédico, etc.

El gran reto político era qué iba a pasar cuando Fidel muriera, especialmente ante el siempre amenazante intervencionismo yanqui y el revanchismo cubano-estadounidense siempre palpable, rabioso, y a la puerta.

Eso se “resolvió” con la enfermedad de Fidel y su subsecuente renuncia en 2006-2008, permitiendo que su hermano Raúl tomara las riendas del poder y empezara a efectuar cambios aún profundos, pero graduales y ordenados, hasta el día de hoy.

Esas reformas, por cierto, incluyeron permitir el viaje internacional a los cubanos sin las anteriores trabas. Ha sido el gobierno de EE.UU. el que le ha puesto trabas a la inmigración cubana, no al revés. Ahora vemos los frutos de ese periodo Raúlista, que a todas luces produjo la recuperación y hasta prosperidad económica en la isla al mismo tiempo que una transición política pacífica y, lo más importante, sin injerencia de nadie fuera de la isla. “Cuba es nuestra” dice un rótulo que vi en la carretera el año pasado. Y no solo es verdad, sino que es algo que no puede decir México ni los países vecinos de Centroamérica y el Caribe.

Una muestra de lo bien que va Cuba es cómo enfrentó sin problemas mayores los terribles huracanes del año pasado, comparado a lo que pasó y sigue pasando en Puerto Rico: el enorme éxodo de puertorriqueños a los Estados Unidos y la ausencia de “balseros” cubanos a Florida lo dice todo.

Queda lo que queda por hacerse en Cuba, pero siempre en ejercicio de su autodeterminación, que fue la mayor conquista de su revolución y que no solo no ha perdido sino que ha fortalecido: (a) la recuperación de su relación bilateral con EE.UU. y el fin del contraproducente, anacrónico bloqueo, cosa que tendrá que esperar a que salga Trump del poder y pierdan los republicanos el feroz control del Congreso; (b) en este nuevo mundo interconectado, el nuevo presidente tendrá que buscar la forma de permitir la mayor apertura y el acceso universal al internet y sus redes sociales - hoy aún muy restringidos (los rusos no permitieron que se usaran las fotocopiadoras y las caseteras de video, y miren cómo les fue); (c) y sí, bien regulados para evitar la injerencia extranjera siempre acechando a su lado, tendrá Cuba que permitir la aparición de partidos políticos y movimientos sociales autónomos; (d) lo mismo con los medios de comunicación - la prensa, la televisión, la radio requieren de más autonomía y espacio de crítica; y por último (e) la adopción de elecciones presidenciales directas - o parlamentarias representativas de todas las fuerzas sociales y políticas en la isla, y protegidas de toda influencia exterior.

Para que ocurran esos cambios, tendrá que haber un contexto internacional más favorable y una evolución política doméstica más abierta que lo permitan. Hay seriedad, experiencia, renovación e inteligencia de sobra en Cuba para transitar por esos cambios a su debido tiempo, sin jamás perder su brújula martiana, que ha guiado a los cubanos en toda su historia. Pero comparado los retos que enfrenta México en su proceso político – especialmente cómo le va a hacer para recuperar su soberanía y autodeterminación perdida – el panorama cubano es muy favorable.

Felicitamos al pueblo y al gobierno cubano por su transición de poder exitosa, transcendente, y pacífica, y les deseamos mucho éxito en su nueva fase. ¡Que siga siendo Cuba el mejor ejemplo latinoamericano de dignidad, soberanía, éxito, y heroísmo!