Jóvenes, migrantes e indocumentados: ¿motor de esperanza bajo la administración Trump?

Por Carolina Aguilar Román, Pensamiento Social ~ 8 de Diciembre, 2016

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El triunfo de Trump como presidente electo de los Estados Unidos de América fue un suceso que pocos esperaban, sobre todo porque las encuestas mostraban a Hillary Clinton como preferida. A partir del 20 de Enero de 2017 (al menos que el colegio electoral cambie de parecer) EEUU tendrá por los próximos cuatro años, un presidente que durante su campaña se dedicó a exaltar el odio, racismo, xenofobia, misoginia e islamofobia. Rasgos que ya estaban presentes en la sociedad norteamericana, y que ahora se vuelven más frecuentes. Sobre todo, el desprecio hacia las personas migrantes indocumentadas, pues justamente fue la postura anti-migrante de Trump uno de los ejes principales de su campaña.

Las deportaciones masivas de migrantes indocumentados y la construcción de un muro entre México y Estados Unidos fueron algunas de las propuestas más sonadas del entonces candidato republicano. Y si tomamos en cuenta que en EEUU viven 11 millones de migrantes indocumentados, ese tipo de declaraciones tiene un impacto profundo. No solo en la vida cotidiana de estas personas, también en la economía del país. Acorde al Center for American Progress una “política de deportación masiva significaría la reducción inmediata del 1.4% del producto interno bruto y en 10 años una pérdida de 4.7 trillones de dólares. ”Ahora que Trump es el presidente electo, la pregunta queda en el aire ¿realmente cumplirá sus planteamientos sobre temas migratorios? Por el momento no tenemos certezas, sin embargo, hay esperanza de que las cosas tomen un rumbo distinto.

Hace más de 10 años, grupos de jóvenes migrantes indocumentados, autodenominados dreamers, comenzaron a organizarse en EEUU como un movimiento de justicia social. En un inicio, pedían acceder a educación universitaria en las mismas condiciones que lo hacen los ciudadanos estadounidenses. Posteriormente su objetivo se amplió, teniendo como fin ultimo conseguir la ciudadanía norteamericana.

Al no contar con estancia legal, el pago de matricula en las universidades era prácticamente inaccesible para los migrantes sin papeles (en su mayoría de familias pobres), a pesar de que la mayor parte de su educación la habían recibido en Estados Unidos. Les tomó un tiempo conocerse, pues asumirse públicamente como migrante indocumentado significaba un reto, sin embargo, lo hicieron, salieron de las sombras. Se identificaron entre sí, pues tenían un pasado común, habían pasado por procesos migratorio similares y en su mayoría son latinoamericanos.  Cuando lograron sintetizar todas esas experiencias, crearon su propia identidad la cual se refleja en la frase (que los define) undocumented and unafraid (indocumentados y sin miedo).

Se formaron diferentes grupos a lo largo de todo EEUU, cada uno con su propia manera de organizarse. Son grupos horizontales, sin embargo, existen voceros de organizaciones más estructuras que funcionan a nivel nacional. Cada colectivo tiene estrategias diferentes, que están orientadas a conseguir acceso a educación superior y la ciudadanía estadounidense.

Dichos reclamos llevaron a estos jóvenes a realizar acciones colectivas específicas (manifestaciones, actos de desobediencia civil, cabildeo, campañas, entre otras). A partir de las movilizaciones, logran conseguir algunos de sus objetivos, por ejemplo en más de 12 estados de la Unión Americana (Immigration Policy Center, 2011: 7) han sido aprobadas legislaciones que permiten a jóvenes migrantes indocumentados pagar la misma matriculas en universidades y colegios que estudiantes ciudadanos. Y fue en 2001 cuando se presentó ante el congreso federal por primera vez (no fue aprobado) el Acta para el Desarrollo, Alivio y Educación para Menores Extranjeros (DREAM Act) por sus siglas en inglés Development, Relief, and Education for Alien Minors. Esta propuesta de ley, era un camino para obtener la ciudadanía estadounidense para todos aquellos jóvenes migrantes indocumentados, que hayan llegado a Estados Unidos como niños, completarán educación universitaria, tuvieran buena conducta moral y otra serie de requisitos. En otras palabras, era una vía a la ciudadanía a través de la universidad. (Immigration Policy Center, 2011: 2).

Debido a dicha propuesta de ley, fue que los propios congresistas que la redactaron, apoyados de varios jóvenes indocumentados empezaron a utilizar el término dreamer, para referirse a quienes cumplían las características para beneficiarse del DREAM Act. Sin embargo, actualmente varios jóvenes que en el pasado se identificaban como dreamers, han dejado de hacerlo y ahora se nombran únicamente como miembros del Movimiento de Jóvenes Indocumentados. El cambio surgió, cuando comenzaron a cuestionaron el por qué luchar por un camino a la ciudadanía que excluía a sus padres o amigos (ya que estos no entraban bajo los criterios del DREAM ACT), fue entonces que hubo una ruptura de la narrativa.

Es un hecho que algunos miembros del Movimiento de Jóvenes Indocumentados están cambiando la narrativa que los define, dejando atrás la construcción de dreamer como estudiante y futuro ciudadano estadounidense modelo. Se están abriendo a otras identidades, como a la de jóvenes que no son los mejores en la escuela, que han tenido problemas con las ley y caerían en la categoría de “malos migrantes.” También se empiezan a cuestionar las fronteras y las políticas migratorias, sobre todo la criminalización hacia la población migrante, que lleva a deportaciones. Lo cual es un gran avance, sin embargo aún está por verse como estos jóvenes incorporarán todo lo que han aprendido durante estos años ante las posibles políticas migratorios de Trump.

A pesar de que no hay certezas sobre cuáles serán las políticas migratorias durante la administración de Trump, se ha vuelto una prioridad para las y los jóvenes indocumentados compartir sus emociones ahora que se saben más vulnerabilizables (más no vulnerables, son fuertes. Sobre todo porque se encuentra en riesgo la perdida de su más grande conquista como movimiento social, DACA. La Acción Diferida para los llegados en Infancia, mejor conocida como DACA (por sus siglas en inglés Deferred Action for Childhood Arrivals) es una orden ejecutiva del actual presidente Barack Obama. Quien anuncio el 15 de junio de 2012, que bajo dicha orden otorgaría alivio temporal de deportaciones, permisos de trabajo por tres años y les permite viajar fuera de los Estados Unidos por razones educativas, laborales o humanitarias, a jóvenes menores de 31 años que hayan llegado a EEUU antes de cumplir 15 años de edad y tengan estudios de preparatoria concluidos o estén cursándolos.

Acorde al Servicio de Ciudadanía e Inmigración de EEUU (USCIS) hasta septiembre de 2016 un total de 741,546 jóvenes han solicitado DACA.  Lo cual ha mejorado sus condiciones de vida, algunos estudios estiman que el 69% obtuvo un mejor trabajo, 89% obtuvo licencia de conducir (documento de identidad que antes de dicha orden ejecutiva no podían tener), 92% obtuvo oportunidades académicas que antes no tenían y 45% aumento su salario. Sin embargo, todo podría acabar, pues DACA no es una ley. Cuando el presidente electo asuma el poder puede eliminar dicha orden ejecutiva. Lo cual, además de impactar socialmente, también tendría costos económicos y no solo en las finanzas personales de sus beneficiarios. Si la administración de Trump determina terminar DACA, dicha acción representaría una perdida (acumulada durante una década) de $433.4 billones de dolares del producto interno bruto de EEUU.

Afortunadamente, las y los beneficiarios de DACA tiene muchos aliados, entre ellos varias universidades y colegios comunitarios que han decidió apoyar a sus estudiantes, convirtiendo sus campus en espacios seguros para la población indocumentada. Han decidió no compartir datos de estudiantes y/o trabajadores que no cuentan con estatus legal con migración.

Ante un panorama que se nos presenta violento en términos de políticas migratorias, en lo personal me resulta esperanzador.¿Por qué? Porque se esta poniendo en el debate público el tema migratorio, cosa que antes no pasaba. Muy a pesar de que las pasadas administraciones de la Casa Blanca, fueron las primeras en construir un muro entre la frontera México y EEUU. Es más, los periodos de gobierno de Obama han sido los años con mayor número de deportaciones. Trump, únicamente continuaría con políticas previas; seguiría construyendo un muro que ya existe, y seguiría deportando tal cual lo ha hecho Obama. Sin embargo, las cosas pueden ser distintas. Varios movimientos sociales en EEUU tiene la posibilidad de juntarse; el Black Lives Matter, los nativos americanos en Standing Rock, las mujeres exigiendo derechos y salud reproductiva, los jóvenes migrantes indocumentados, la comunidad musulmana. Estos grupos tienen frente a si la posibilidad de construir un movimiento interseccional e interracial.

Las y los jóvenes migrantes indocumentados tienen la capacidad de reconfigurar su identidad a partir de cuestiones de raza, clase y género; ya que son un movimiento que ha denunciado los privilegios que tienen unos por su color de piel, ingresos y sexo. Si ya rompieron con la identidad dreamer, debido a sus tendencias de exclusión hacia otrxs migrantes, pueden a partir de su contacto con diversos movimientos, incorporar con mayor notoriedad en su lucha la denuncia contra el neoliberalismo y los privilegios de los hombres blancos ricos. Pudiendo ser las y los jóvenes migrantes indocumentados el motor de la esperanza.