PRIMERA PARTE: La tragedia de las madres deportadas con hijos en Estados Unidos

Por: ARACELI MARTÍNEZ ORTEGA, La Opinión ~ January 16, 2017

La tragedia de las madres deportadas con hijos

TIJUANA.- El grupo de Madres Soñadoras Internacional (Dreamers Moms USA/Tijuana) estima que de los casi tres millones de deportados durante la administración de Obama, la tercera parte han sido mexicanos, miles de ellos son madres con hijos estadounidenses. Algunas madres han llevado a sus hijos con ellas; otras han preferido dejarlos en Estados Unidos, y muchas no han podido escoger. Bajo cualquiera de estas opciones son muchos los desafíos que enfrentan las madres deportadas, los cuales van desde el lenguaje, la educación, la salud, el estilo de vida y la sobrevivencia económica. En cuatro entregas, a partir de hoy, La Opinión, le presenta el drama de cuatro madres que fueron deportadas a México en la última década.

Emma Sánchez espera con mucha ansiedad cada domingo. Ese día su esposo, un veterano de la Marina, Michael Paulsen recorre más de 100 millas desde Vista, una ciudad al noroeste del condado de San Diego hasta un popular barrio en las faldas de una montaña en Tijuana para visitarla.

Pero no va solo, lo acompañan, los tres hijos de la pareja, Brannon Liam de diez años, Ryan Maximiliano de 13 y Michael Alex de 15 años.

Un día a la semana no basta para guiar a mis hijos. Cuando llegan a Tijuana, los bombardeó con todo tipo de consejos, besos, cariños pero esta separación por diez años, los ha marcado para toda su vida, les ha dejado cicatrices emocionales, y yo sin ellos me siento incompleta”, dice Emma Sánchez deportada en 2006.

Por la noche del domingo, Paulsen y los tres niños hacen el viaje de regreso de Tijuana a Vista, California.

Desde que Emma Sánchez fue expulsada del país, Paulsen no ha dejado de ir a verla. “Antes venía tres veces a la semana pero le tuvieron que hacer una operación a corazón abierto y ya no pudo sostener ese ritmo”, explica Sánchez.

El año pasado la madre deportada Emma Sanchez y su esposo, el veterano Michael Paulsen se casaron de manera simbólica en el muro de Tijuana. (Photo Aurelia Ventura/ La Opinión).

Un castigo por diez años

Sánchez se casó con Paulsen en el año 2000. Él solicitó su residencia ante migración pero la caída de las Torres Gemelas en 2001 complicó todo.

“En el 2006, fui citada a Ciudad Juárez. Llevaba ya de casada seis años, ya teníamos los tres hijos; de 4 años y medio, tres años y dos meses de edad. Mi esposo y yo íbamos con mucha ilusión de que ya me fueran a dar mis papeles”, recuerda.

Por el contrario, me dijeron que no podía regresar a Estados Unidos, y me dieron un castigo de diez años por haber entrado indocumentada al país. No importaron las súplicas de mi esposo ni que tuviéramos tres hijos”, expone.

“Fue horrible, después de llorar y llorar, me quedé en estado de shock sin saber qué hacer.  Mi esposo se regresó a Vista a trabajar. Las cuentas se acumulaban. Me fui muy deprimida a Guadalajara, luego a Los Cabos porque ahí tengo un hermano. Al final mi esposo rentó una casita en Tijuana para poder estar cerca y me instalé a vivir ahí con mis tres hijos”, comenta.

Sánchez dice que al principio, vivía aterrada en Tijuana, no conocía a nadie y había mucha delincuencia. Tenía tanto miedo, revela, que ella y sus tres hijos solían meterse a dormir en el clóset.

Fue muy cambio de vida muy brusco porque como mis hijos no tenían la nacionalidad mexicana, les negaban las vacunas, me decían que sólo se las pondrían si sobraban porque eran ciudadanos americanos, y no los aceptaban en las escuelas públicas. Tuvimos que inscribirlos en una escuela privada”, comenta. “No teníamos el dinero para cumplir con todos los requisitos que se pedían para la nacionalidad”.

Cuenta que ante las limitaciones que enfrentaban los menores en Tijuana, decidieron que conformen cumplieran los cinco años, se irían con su padre a vivir para que pudiera ir a la escuela en Estados Unidos.

El veterano Michael Paulsen ha tenido que recurrir a dos empleos para sostener a sus hijos en Vista y a su mujer deportada en Tijuana. (Photo Aurelia Ventura/ La Opinión).

“Acá el método de enseñanza es muy diferente: les dejan muchas tareas para niños de su edad, los enseñan a aprender memorizando, de machetito. A veces los castigaban y los separaban por líneas, los mejor portados y los que tenían mejores grados”, dice.

El primer hijo en irse a vivir con su padre fue Michael Alex. Dos años más tarde, Ryan Maximiliano; y tres años después, el menor Brannon.

“Hasta que me quedé sola por completo. Ha sido un sacrificio muy grande. Se siente horrible no poder estar con ellos en los eventos importantes de su escuela y sus vidas cuando les entregan un diploma o cuando participan en un evento artístico. Imaginate, mis hijos llegaron a estar casi solos cuando a mi esposo lo operaron de corazón abierto. El padre en el hospital y la madre deportada. Una tragedia”, considera.

Pero Emma se llena de orgullo porque dice que ha valido la pena. “Yo siempre les he pedido que le echen ganas a la escuela. Mi hijo mayor y el menor, son estudiantes de calificaciones A. El mayor Michael Alex ha recibido muchos diplomas de excelencia y lo acaban de invitar a una universidad en Washington debido a sus altos grados”, dice mientras muestra los reconocimientos de su hijos.

Pero reconoce que el impacto emocional en sus hijos ha sido muy fuerte.  “Una vez me preocupe mucho porque mi hijo menor repetía y repetía que me quería cortar en pedacitos. Me entró mucho miedo y cuando le pregunté de frente qué quería decir con eso, me dijo: mami, quiero cortarte en pedacitos para ponerte en una caja y llevarte conmigo a nuestra casa en Vista, y allá pegarte con glue para que puedas estar con nosotros”.

Padre y madre a la vez

Michael Paulsen hace de papá y mamá de sus Michael Alexander, Ryan Maximilllian y Brannon Liam ante la ausencia de la madre deportada a Tijuana. (Photo Aurelia Ventura/ La Opinión).

Michael Paulsen, un ex veterano de la Marina dice que ha sido duro ser padre y madre de sus hijos: llevarlos a la escuela, hacerles de comer y lavarles la ropa.

Es mucha presión. Cuando mi primer hijo llegó dedicaba una hora diario a enseñarle inglés”, dice.

A fin de hacer frente a los gastos de sostener dos casas, una en Tijuana y otra en Vista, el veterano tiene un empleo de tiempo completo como mecánico; y otro por la noche en un bar. “Llego de mi trabajo en el taller como a las siete de la noche, les doy de cenar; y luego me voy a servir mesas”, indica.

“Cuando a mi dijeron que ella no podía regresar a Estados Unidos, y no aceptaron la solicitud de perdón, sentí que el corazón me iba a explotar. Me alejaron de mi esposa y tres hijos”, recuerda.

Entrevistado en su casa en Vista, al lado de sus tres hijos, Paulsen dice que la separación ha hecho que sus hijos maduren más rápido que otros niños. “Pero cuando eran más chicos lloraban cuando se separaban de su madre”, comenta.

Los tres hijos coinciden en que se sienten muy mal de vivir separados de su madre. El mayor Michael Alex acepta que ha sido muy triste y no sabe que decirle a sus amigos cuándo le preguntan dónde está su mamá. “No les puedo decir porque piensan que una persona deportada es mala”, afirma.

La esperanza puesta en 2017

A Emma Sánchez se le terminó el castigo de los diez años en junio de 2016. “El abogado dice que se puede tomar de medio año a un año para que autoricen mi reingreso”, observa ilusionada.

Emma y el veterano cumplieron 16 años de casados en 2016. El año pasado, la pareja celebró su boda por lo religioso afuera del muro en Tijuana.

El día que Emma pueda regresar a estar con nosotros, vamos a ser una gran fiesta. Quiero a mi familia completa. Mi cuerpo ha estado de allá para acá. Ha sido mucho sufrimiento para todos”, confiesa el veterano Paulsen.