El Mundo y Norteamérica en el 2023: Siguen Creciendo las Aguas Turbulentas

Por Dr. Gonzalo F. Santos | DEC. 20, 2023 | Photo Courtesy of Dr. Gonzalo F. Santos

He aquí un resumen del acontecer mundial este año, cómo le fue a Norteamérica, y cómo le
puede ir en el 2024.


Al empiezo del año pasado, el 24 de febrero del 2022, se abrió un nuevo y peligroso frente de confrontación geopolítica en Europa, la devastadora guerra convencional de carácter interimperialista centrada en Ucrania, entre Rusia, por un lado, con apoyo logístico chino, norcoreano, e iraní, y la alianza militar de la OTAN (31 países) por el otro, liderada por Estados Unidos.


La ofensiva rusa, que combinó una aparatosa invasión militar con el brutal bombardeo de muchas ciudades, fue rotundamente condenada a la semana de su empiezo (marzo 2) en la Asamblea General de las Naciones Unidas, con 141 países votando por una resolución que exige que Rusia retire “inmediata, completa e incondicionalmente” sus fuerzas militares de Ucrania.


Estados Unidos y la Unión Europea, imposibilitados por el veto ruso de pasar resoluciones vinculantes en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, adoptaron tres medidas con el objetivo de repeler la agresión y degradar el aparato militar ruso: impusieron severas sanciones económicas a Rusia; mandaron un torrente de pertrechos militares de punta al frente de guerra - más de 90 mil millones de Euros o $100mmd a la fecha -; y abrieron sus fronteras a más de 6.2 millones de refugiados ucranianos, además de mandar ayuda humanitaria a los más de 5.1 millones de refugiados desplazados en el interior de Ucrania.


Aunque las severas sanciones económicas no tuvieron el impacto esperado, dada la facilidad con la que Rusia incrementó su comercio con China, India, y otros países del sur global, el ejército ucraniano sí logró repeler la ofensiva rusa y hasta lanzar su propia contraofensiva en junio de este año. Sin embargo, la contraofensiva no logró expulsar a los rusos de un tercio de del territorio ucraniano, y los siguientes suministros de guerra y apoyos humanitarios ($61.4mmd) se encuentran entrampados en el congreso estadounidense, tanto por el caos político reinante en su interior como por el creciente rechazo de la facción republicana.


Se puede resumir lo sucedido en Ucrania en el 2023 como haber arribado a los límites del conflicto geopolítico y entrado en una nueva etapa de estancamiento estratégico - ni Rusia va a lograr su objetivo de subyugar a Ucrania, ni EE.UU./E.U. van a lograr derrotar militarmente a Rusia y colapsar su economía. Pero sí se evitó – de ambos lados – extender el conflicto armado fuera de Ucrania, a una confrontación directa entre poderes nucleares. El daño material y humano (más de 70 mil muertos y 120 mil heridos) a Urania es severo, y toda negociación de paz en el 2024 involucrará probablemente la pérdida de su territorio oriental y la prohibición a entrar en la OTAN – más no a la E.U., que tendrá que financiar la reconstrucción del país (sin contar con los EE.UU., como le han hecho en todas sus guerras recientes).

Las bajas rusas, por otro lado, ascienden a más de 120 mil muertos y 180 mil heridos. Quedó muy mal parada Rusia bajo Vladimir Putin ante el mundo. Empate técnico. ¿Las partes querrán cesar y pactar en el 2024, o seguir desangrándose? A la fecha, quieren seguir, pero no pueden.


La consecuencia directa del empantanamiento bélico en Ucrania, la ola de refugiados que la invasión rusa desató en Europa, y el alto costo de la guerra, ha sido el fortalecimiento de los partidos ultraderechistas en Europa, en los Países Bajos, Bélgica, Italia, Suecia, Suiza, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Austria, Finlandia, Hungría, y España – solo en Polonia ha ganado la izquierda recientemente. La solida unidad de la OTAN bien se puede desmoronar en el 2024.


Otro frente geopolítico de confrontación mayor se abrió en el suroeste asiático (“Medio Oriente”) en octubre de este año: el feroz e indiscriminado ataque del 7 de octubre de Hamas en la Franja de Gaza a las comunidades adyacentes del sur de Israel, que resultó en la muerte de 1,200 israelís en un solo día y la captura de 240 rehenes – en su mayoría civiles – , y la respuesta de Israel desde ese día hasta el presente, consistente en el bloqueo total de la franja, su incesante bombardeo a pesar de su alta densidad de población civil, y la actual invasión militar. Más de 20 mil civiles palestinos han muerto y más de 52 mil han sido heridos a la fecha.


Hubo una pausa al fuego en Gaza durante el cual se liberaron a más de cien rehenes israelís, y cientos de prisioneros palestinos en Cisjordania, pero el bombardeo continúa. La población de 2.3 millones de palestinos en Gaza, a diferencia de la de Ucrania, no tiene manera de escapar los bombardeos, el hambre, y las epidemias y está siendo sistemáticamente masacrada.


El 8 de diciembre, los Estados Unidos vetó una resolución vinculante de cese al fuego en Gaza en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que contó con la aprobación de 13 miembros y una abstención; el 12 de diciembre, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la misma resolución – aunque no vinculante – con 153 miembros a favor y solo 10 en contra y 23 abstenciones. Esto es, Israel y los Estados Unidos hoy se encuentran más aislados diplomáticamente en el mundo por su guerra en Gaza que Rusia por su guerra en Ucrania.


Y el conflicto no está contenido en Gaza. En Cisjordania y el este de Jerusalén – los otros territorios palestinos ocupados ilegalmente por Israel desde 1967 – las fuerzas armadas israelís y los colonos armados judíos (medio millón de ellos viviendo en más de cien asentamientos ilegales en Cisjordania y 220,000 más en el este de Jerusalén) siguen atacando palestinos. Van ya más de 480 palestinos asesinados y 12,700 heridos en Cisjordania en lo que va del año. En la frontera entre Israel y Líbano/Siria, como a lo largo del Mar Rojo, crecen los ataques armados, amenazando que se desaten guerras regionales que involucren a los Estados Unidos y otras potencias regionales directamente – y no se diga a Israel.


Del 7 de octubre para acá, podemos apreciar que el conflicto Israelita-Palestino, marginado en las últimas décadas a expensas de los palestinos, ha vuelto a irrumpir con furia en Israel, la región, y el mundo, sin miras a que sea contenido o resuelto pronto. Para ello se requerirá la intervención diplomática del mundo entero, algo que tanto Estados Unidos como Israel se niegan a aceptar. El 2024 puede convertirse en un año fatídico y catastrófico para el mundo entero, si las fuerzas sociales por la paz en estos dos países no se movilizan masivamente e intervienen a tiempo. En ese sentido, la participación de los judíos por la paz – tanto en Israel como en la diáspora estadounidense y europea – va a ser decisiva. Ya empezaron a actuar con gran claridad moral y valentía política en los Estados Unidos. Exigen un alto al fuego inmediato, no más armamentismo, y un nuevo proceso de paz auténticamente mundial y justo.


¿Logrará la sociedad civil mundial y todas las potencias del mundo detener la abominable masacre palestina en boga y resolver el enconado conflicto en Israel-Palestina - heredado de la Guerra Fría – de una vez por todas? Lo sabremos en el 2024. Dependerá de todos nosotros.


La mayor tensión geoestratégica en el 2022 y 2023 fue la relación EE.UU.-China. No solo la administración Biden ha continuado con la miope guerra de tarifas iniciadas por la administración Trump, a principios de octubre del 2022 impuso nuevas y amplias restricciones al acceso de China a semiconductores avanzados y a los equipos utilizados para fabricarlos, lo que priva en gran medida al país de la potencia informática que necesita para entrenar inteligencia artificial (IA) a escala. Viniendo de un previo campeón mundial del “libre mercado”, hoy campeón de la “desglobalización” y los bloques mercantilistas, es notable cómo China avanza en competencia abierta en todos los mercados mundiales, mientras Estados Unidos se resguarda en prácticas que se pasó décadas denunciando como retrogradas e improductivas.


Las tensiones militares han aumentado en el área del Mar de China. Hay una nueva carrera armamentista entre los dos poderes, y la cooperación en asuntos globales como combatir el cambio climático ha sido reducida significativamente. En febrero de este año, y a consecuencia del globo chino que derribó Estados Unidos en su territorio, las comunicaciones militares de alto nivel quedaron suspendidas todo el año, hasta el reciente encuentro (nov. 15) entre los presidentes Joe Biden y Xi Jinping en San Francisco, donde se acordó re-entablarlas. También acordaron cooperar en el problema estadounidense del fentanilo, y buscar mejores maneras de competir pacíficamente y reducir tensiones. Pero las tramposas zancadillas mercantilistas, el mutuo armamentismo galopante, y las rivalidades geopolíticas continuarán en el 2024.


La previa hegemonía global de Estados Unidos ya no resucitará, el desorden en todos los escenarios mundiales es cada vez mayor. En ausencia de un orden mundial legítimo y funcional, guiado por nuevos principios y valores post-imperialistas y post-capitalistas, el mundo no encuentra el consenso necesario para plantearse y resolver los grandes y urgentes problemas que le aquejan, el mayor de los cuales es el cambio climático, seguido de la proliferación de las guerras, la extensa pobreza y desigualdad global, la creciente migración humana forzada e irregular, la prevención de pandemias, y otros grandes retos.


La reciente conferencia sobre el cambio climático patrocinada por las Naciones Unidas (COP28), llevada a cabo en Dubai del 30 de noviembre al 13 de diciembre, concluyó, para gran decepción de la humanidad, con muy pocos resultados tangibles y concretos – fuera de una referencia simbólica, no vinculante, al eventual abandono de los "combustibles fósiles" en el texto final. En ausencia de liderazgo mundial, fue un verdadero escándalo el nivel de participación, influencia, y bloqueo por parte de los productores de combustibles fósiles – empezando por su anfitrión.

El mundo, por lo tanto, continúa calentándose año a año, ya con consecuencias catastróficas, sin que nada ni nadie lo prevenga. En el 2024 la madre naturaleza se cobrará aún más caro nuestra indiferencia y disimulación. ¿A quién le pasaremos la cuenta?


En Estados Unidos, el epicentro del caos político en el sistema-mundo, hubo un respiro político en el 2023, más no sin serias turbulencias y claras advertencias para lo que viene en el 2024. La inesperada derrota de la ultraderecha trumpista en las elecciones intermediarias del 2022 les permitió a los demócratas retener el control del Senado y reducir el margen de mayoría republicana en la Cámara de Representantes.


Pero lejos de auspiciar la gobernabilidad bipartidista, la bancada republicana se pasó el año entero pasando unilateralmente propuestas de leyes draconianas y amenazando con bancarrota y cierre de gobierno si no eran aprobadas por el Senado y la Casa Blanca – la peor de todas la HB-2, la peor propuesta anti-inmigrante en cien años.


Cuando el propio presidente de la Cámara Baja, Kevin McCarthy, actuó para no cerrar al gobierno, lo derrocaron el 3 de octubre y bloquearon a varios líderes a tomar su lugar, hasta que el 25 de octubre impusieron a un ultraderechista, que al poco tiempo amenazó sin empacho a la administración Biden y el Senado a no aprobar la propuesta de ley de apoyo militar a Ucrania, Israel, y Taiwan si no incluían todas las medidas anti-inmigrantes de la HB-2.


Dos meses han pasado y a pesar de la urgente emergencia de guerra en los primeros dos países, el partido republicano está cien por ciento aferrado a este nuevo ultimátum. La administración Biden ya declaró estar disponible a “negociar” (traicionar) los derechos de los migrantes y solicitantes de asilo a cambio de ayuda militar extra a Ucrania. Pero ni así, nada ha sido acordado y el año termina en caos, tanto en la política exterior como en la doméstica.


Mientras tanto, el expresidente Donald Trump, enfrentado a 44 cargos federales y 47 cargos estatales – todas felonías – ha ido aumentando su ventaja como candidato presidencial para las elecciones de noviembre del 2024 – tanto por encima de sus contrincantes republicanos como sobre el presidente Joe Biden.


Los escenarios políticos para el año que vienen se presentan llenos de giros impredecibles, desde que Trump pueda ser encarcelado y aún así gane las elecciones, hasta nuevos intentos de golpe de estado ultraderechistas, como el que ocurrió el 6 de enero del 2021. Y lo más preocupante: que Trump le gane a Biden por la acumulada impopularidad del último, habiendo desperdiciado la oportunidad de implementar un programa audaz y progresista cuando la tuvo.


La Suprema Corte de Justicia también ha estado generado muchísima tensión y caos – tanto social como político – y ha llegado a niveles record de desprestigio por corruptelas y por imponer una nueva jurisprudencia ultraderechista que atenta contra los derechos previos.

La democracia estadounidense – tal y como funcionó como duopolio hasta el ascenso de la ultraderecha trumpista – está en peligro de sucumbir bajo los embates de esa desbocada ofensiva neofascista, habilitada por un centro liberal débil, corrupto y timorato, y con una izquierda que no alcanza a unirse, resurgir, y arrebatarle la iniciativa a la ultraderecha con propuestas y campañas más audaces y visionarias. El 2024 bien puede convertirse en un rendezvous with destiny para Estados Unidos, y por consecuencia, para el mundo.


Para México, todo lo anterior ha generado un cierto tipo de calma política surrealista. Se vive una disimulada tranquilidad institucional cuando el mundo arde y el vecino implosiona en el caos trumpista. En lo político, el gobierno y su oposición partidistas han transitado a la nominación de dos mujeres – Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez – para las elecciones presidenciales de junio del 2024. Lo mismo ocurre con respeto a las nueve candidaturas a gobernador y a todas las diputaciones y senadurías del Congreso, con estricta equidad de género y relevo generacional que ya quisieran tener los vecinos del norte.


La Suprema Corte, el aparato regulador electoral INE, y otras instituciones, aunque acremente reñidas con el presidente saliente Andrés Manuel López Obrador, están funcionando relativamente bien. Las derechas empresariales que gobernaron México por tres décadas neoliberales están hoy desprestigiadas y vencidas por una socialdemocracia renovada muy a la mexicana, con su modelo presidencialista de estado benefactor. Las ultraderechas – fascista o cristera - no tienen la fuerza social ni política que tienen en EE.UU. Impresiona, por ejemplo, que la Suprema Corte estadounidense abolió el derecho al aborto al tiempo que la mexicana lo estableció con firme contundencia; o que el candidato presidencial “cristero” actual, Eduardo Verástegui, aliado abierto de Trump, Bolsonaro, y Milei, no logra ni siquiera recabar el mínimo de firmas para llegar a la boleta. Todo eso puede cambiar, claro, pero para el 2024 el panorama político se desarrolla sin contratiempos de las ráfagas neofascistas y “libertarias” que azotan al norte global y otros países del sur en crónica crisis económica, como Argentina.


En la economía, el país se sigue beneficiando de las vastas remesas de los mexicanos en la diáspora en EE.UU. (más de $60mmd este año), el cuantioso turismo renovado después de la pandemia, y el nearshoring o inversión productiva estadounidense que ahora evita invertir en China. Comparado a Argentina, que no goza de ninguna de estas ventajas, México es un “milagro” económico. Aun así, atarse económicamente al hegemón en franco declive mundial, astronómicos gastos militares, y crecientes desordenes domésticos conlleva altos riesgos.


Pero el talón de Aquiles del “milagro mexicano” es su cuestión social: sigue la inseguridad
ciudadana ante los altos niveles de violencia e impunidad, tanto de las organizaciones
criminales como de los narco-estados coludidos e inclusive del ejército y otras instancias
federales. Sigue mucha gente en condiciones de pobreza y precariedad, a pesar de los
renovados programas de bienestar social y megaproyectos que emprendió el actual gobierno.
Miles se tienen que ir de sus tierras al norte. La diáspora mexicana está desamparada.


Mientras tanto, una nueva caravana migrante partió hacia el norte de Tapachula, Chiapas, con más de 7 mil gentes - el nuevo crisol ("melting pot") de los pueblos del mundo en Norteamérica. La respuesta de los gobiernos de Biden y López Obrador fue reunirse para ver cómo van a contener esta humanidad hacinada ("huddle masses"), en vez de acogerla.


Dos aspectos preocupantes – e íntimamente vinculados – son el creciente peso económico y político del Ejército Mexicano, que llenan el vacío de inversión que han dejado los grupos empresariales prepotentes e intransigentes. El próximo gobierno tendrá que lidiar con ambos, así como con el cada vez más inestable y peligroso vecino del norte, y será llamado a defender a la diáspora con más firmeza; todo esto con un margen de maniobra cada vez más angosto. Y si no cumple lo suficiente, abajo y a la izquierda está siempre latente la resistencia y rebelión popular de un pueblo que ya no admite fronteras. ¿Qué pasa si Trump o su sustituto gana, enjaula niños migrantes, y ataca militarmente a México? ¿Qué pasa si Biden gana y continúa implementando medidas draconianas en la frontera y evadiendo luchar por una reforma migratoria?


¿Es ésta la calma del ojo del huracán?


Lo veremos pronto.