2017 no es lo mismo que 1929, y Donald Trump no es el retrato de Herbert Hoover, pero en estos años se inician, aunque por diferentes razones, dos grandes procesos históricos en los que se busca expulsar masiva y compulsivamente en un plazo muy corto a migrantes mexicanos de los Estados Unidos (EU).

El 29 de octubre de 1929 se inicia en EU la llamada Gran Depresión. Para Hoover, la crisis era una manifestación violenta de un inevitable ajuste de la economía libre. Entre otras medidas resolvió recargar sobre el sector más desprotegido de las clases trabajadoras una decisión radical: deportar a más de 350 mil trabajadores mexicanos entre 1929 y 1934, aunque él se había propuesto sacar del país a medio millón. Entre deportados y repatriados regresaron a México durante la depresión alrededor de un millón de mexicanos.

La historiadora mexicana Mercedes Carreras de Velasco escribió en 1974 la obra Los mexicanos que devolvió la crisis, 1929-1932, y ahí narra lo siguiente:

“Dentro del sector industrial, la siderurgia y la construcción fueron las más afectadas; por parte de la siderurgia se perjudicó al 10% de los mexicanos residentes en Estados Unidos (…) Tocante a la construcción, se afectó a un 15% aproximadamente (…). Otro de los sectores más abatidos, aunque un poco después, fue el agrícola, en el que trabajaba el 70% de los mexicanos residentes en la Unión Americana”. (p39).

En el contexto de la crisis, los sectores políticos anti migrantes cobraron vuelo. Los senadores Harris, Johnson y Box, convencidos de que los mexicanos abatían los salarios y desplazaban a los estadunidenses del trabajo y de que tenían una alta tasa de analfabetismo y una “tendencia a las enfermedades y la delincuencia”, propusieron, en 1927, una restricción migratoria que encontró eco en 1930. También algunas cámaras de comercio exigieron la deportación de mexicanos.

Cuatro años después de que hubieron iniciado las deportaciones masivas, entre agosto de 1933 y mayo de 1934, Nueva York, Boston, Detroit, Chicago, Pitsburg, San Luis, Nueva Orleans, Kansas City, Denver, Oklahoma City y Salt Lake City contribuyeron a la expulsión de 326 ciudadanos mexicanos. En seis ciudades californianas, incluyendo Los Ángeles, San Diego y San Francisco, fueron deportados 549 mexicanos en el mismo periodo. Tan sólo a través de la frontera del valle del Río Grande, Texas, fueron expulsados más de 17 mil 600 mexicanos en 1929.

Dos de las redadas más agresivas sucedieron en San Fernando, California, y en la emblemática Placita, el espacio histórico donde mexicanos y españoles fundaron la ciudad de Los Ángeles el 4 de septiembre de 1781.

Se propagaron intensos rumores sobre redadas aquí y allá. Nadie sabía qué creer. Unos se escondían, otros actuaban con sigilo. Las mujeres sólo hacían sus compras en la noche. En esa atmósfera aconteció la más infame de las razias, dice el historiador Francisco Balderrama, en La Placita, el de 26 de febrero de 1931:

La Placita fue seleccionada por su máximo impacto sicológico en la guerra de nervios del INS (Servicio de Inmigración y Naturalización, la antigua migra) contra la comunidad mexicana. Aproximadamente 400 mexicanos se encontraban tomando un respiro vespertino en el soleado parque, sin pensar en el peligro que les esperaba. De repente, exactamente a las 3 de la tarde, apareció un gran contingente de uniformados que rompieron la serenidad que imperaba. Eran conducidos por media docena de agentes de migración vestidos en uniformes verde olivo. La rapidez de la acción tomó completamente por sorpresa a la gente. Una sensación de pánico barrió a la multitud. La redada colectiva en un parque público era algo nuevo”.

Pareciera que Balderrama describe la atmósfera que impera en 2017, pero que él recoge de la década de los 1930:

“En la sociedad estadunidense, la actitud de ‘una vez mexicano, siempre mexicano’ habilitó a las autoridades a actuar contra el conjunto de la comunidad de habla hispana. Ellos no asumieron la tarea de diferenciar entre ciudadanos mexicanos y mexicano americanos nacidos en Estados Unidos. De hecho, individuos que “parecían mexicanos”, al margen de su país de origen fueron sometidos al mismo trato abusivo. Esta treta hizo que la propaganda racista y antimexicana se diseminara más rápidamente y fuera más fácilmente aceptable. El apoyo público facilitó dramáticamente el aberrante objetivo, con completa impunidad, contra cientos de miles de personas cuyo único crimen era ser pobre y tener origen mexicano”.

Tanto Hoover como Trump concluyeron que ante una crisis de desempleo y una de bajos salarios, la fórmula más sencilla era culpar a los migrantes mexicanos y, por lo tanto, había que desatar una cacería contra ellos.

Fuente: http://mxsinfronteras.com/de-1929-2017-de-hoover-trump/